Analizando el duelo y melancolía (1917-1951) de Sigmund Freud
Este texto es una introducción y discusión sobre el artículo de Sigmund Freud titulado "Duelo y melancolía", escrito en 1915, pero publicado dos años después. Freud comenzó a explorar la relación entre el duelo y la melancolía en enero de 1914 y presentó sus ideas en una sociedad psicoanalítica en diciembre de ese año. En febrero de 1915, escribió un primer borrador y luego recibió comentarios importantes de su colega Abraham, quien sugirió una conexión entre la melancolía y la etapa oral de la libido.
El artículo se centra en la comprensión de la melancolía desde una perspectiva psicoanalítica. Freud discute cómo los impulsos hostiles hacia los padres pueden ser un elemento en la neurosis y cómo estos impulsos a menudo se reprimen cuando se siente compasión por los padres, como durante su enfermedad o muerte. La melancolía se describe como un proceso en el que una persona se culpa a sí misma y se castiga por la muerte de un ser querido.
El texto también menciona que Freud inicialmente intentó explicar la melancolía en términos puramente neurológicos en 1895, pero luego adoptó un enfoque psicológico. Además, se destaca que Freud había anticipado algunos de los conceptos clave en su artículo sobre el complejo de Edipo en 1897, aunque dejó de lado la aplicación de estos conceptos a la melancolía hasta este artículo.
En"Duelo y melancolía" se considera un extracto de lectura importante no solo por su explicación de la melancolía desde una perspectiva psicoanalítica, sino también por su contribución al desarrollo de conceptos como el narcisismo, el ideal del yo, la instancia crítica, el superyó y la naturaleza de la identificación en la teoría psicoanalítica de Freud. En última instancia, esta lectura influyó en la forma en que se entendía la psicología de las masas, el análisis del yo y la culpa en el contexto del psicoanálisis.
Contexto histórico
El texto menciona que Sigmund Freud comenzó a interesarse en la melancolía ya en 1914, como se evidencia en el historial clínico del "Hombre de los Lobos". Más tarde, en 1921, Freud exploraría nuevamente la relación entre la melancolía y el duelo en su obra "Psicología de las masas".
Comparación entre duelo y melancolía
El duelo se describe como la reacción normal ante la pérdida de una persona amada, mientras que la melancolía se presenta como una reacción similar, pero con características patológicas. Ambos estados comparten elementos como la pérdida de interés en el mundo exterior y la inhibición de la capacidad de amar y trabajar.
Trabajo del duelo
Se argumenta que el duelo es un proceso en el cual el sujeto debe desvincular la líbido (energía psíquica) de su objeto amado, lo que puede ser doloroso y llevar tiempo. En el duelo, el individuo se entrega a este proceso de forma natural y acepta su dolor como parte del proceso de superación.
Melancolía y pérdida desconocida
En la melancolía, se sugiere que la pérdida puede ser de naturaleza más ideal o incluso desconocida para el sujeto. Esto lleva a un trabajo interior similar al del duelo, pero con una intensidad mucho mayor y una pérdida del sentimiento de uno mismo (ego). El individuo melancólico se denigra a sí mismo, se culpa y espera castigo.
Autocrítica en la melancolía
A diferencia del duelo, en la melancolía, el individuo se critica a sí mismo de manera extrema y exagerada, llegando a sentirse indigno, estéril y moralmente despreciable. Esta autocrítica a menudo carece de correspondencia con la realidad.
El texto concluye destacando que la melancolía representa un estado patológico en el cual el individuo se autodenigra y se siente moralmente despreciable. Aunque algunas de las autocríticas pueden contener elementos de verdad, la magnitud y la falta de correspondencia con la realidad son signos distintivos de esta afección. También se menciona que el melancólico no se comporta como alguien que hace contrición de arrepentimiento sincero, lo que subraya la naturaleza patológica de la melancolía.
En este texto, siendo un fragmento de una obra escrita por Sigmund Freud sobre la melancolía, Freud explora las diferencias entre el duelo y la melancolía, dos estados emocionales que surgen tras la pérdida de un ser querido o algo valioso.
Freud señala que en la melancolía, el sujeto se critica y se siente culpable, pero no muestra vergüenza frente a los demás, a diferencia de la autocrítica típica de la vergüenza. Además, destaca que el melancólico tiende a ser extremadamente franco y no oculta su autoevaluación negativa.
Luego, Freud explora la contradicción fundamental en la melancolía: aunque el sujeto se critica a sí mismo, en realidad está describiendo la situación de otra persona a quien ama o amaba. Esto lleva a una comprensión de que la pérdida no se limita al objeto amado, sino que implica una pérdida del propio yo.
Freud argumenta que la melancolía se relaciona con una elección de objeto narcisista, donde la libido se retira del objeto amado y se identifica con el yo. Esto resulta en una pérdida del objeto que afecta al yo, creando una división entre el yo crítico y el yo alterado por la identificación con el objeto perdido. Finalmente, Freud sugiere que la melancolía es una reacción a la ambivalencia en las relaciones de amor, donde el amor y el odio coexisten hacia el objeto. La ambivalencia puede surgir de situaciones de menosprecio, desengaño o afrenta. El conflicto de ambivalencia se convierte en una parte fundamental de la melancolía.
Concluyendo, Freud sugiere que la melancolía implica una pérdida tanto del objeto como del propio yo, y se relaciona con elecciones de objeto narcisistas y conflictos de ambivalencia en el amor.
El automartirio
Freud sugiere que el automartirio en la melancolía, que parece dar placer al paciente, en realidad refleja la satisfacción de tendencias sádicas y de odio que originalmente estaban dirigidas hacia un objeto exterior, pero que luego se vuelven hacia la propia persona. En otras palabras, el melancólico se castiga a sí mismo como una forma indirecta de vengarse de los objetos originales que le causaron dolor.
El objeto de amor que desencadenó la perturbación emocional del melancólico generalmente se encuentra en su entorno más cercano. La inversión de la investidura de amor del melancólico en relación con su objeto implica un destino doble: parte regresa a la identificación, pero otra parte, bajo la influencia del conflicto de ambivalencia, es trasladada hacia atrás, hacia la etapa del sadismo.
Freud también aborda el enigma del suicidio en la melancolía. Aunque el yo tiene un amor tan grande por sí mismo y la angustia de la amenaza a la vida libera una gran cantidad de libido narcisista, no se comprende cómo el yo puede autodestruirse. Freud sugiere que el yo solo puede suicidarse cuando, debido al retroceso de la investidura de objeto, puede tratarse a sí mismo como un objeto y dirigir contra sí mismo la hostilidad que originalmente estaba dirigida hacia objetos externos. Esto revela el juego de fuerzas detrás de la tendencia al suicidio en la melancolía.
La angustia de empobrecimiento, característica de la melancolía, podría derivar del erotismo anal que se ha vuelto regresivo y ha perdido sus conexiones originales. Finalmente, Freud menciona la tendencia de algunos casos de melancolía a transformarse en manía, un estado caracterizado por síntomas opuestos. No todos los pacientes melancólicos experimentan este cambio, pero algunos muestran alternancias regulares entre fases melancólicas y maníacas. Freud señala que estos casos también deben ser analizados y comprendidos desde una perspectiva psicoanalítica.
Freud comienza señalando que no puede garantizar que su intento de comprensión de la manía y la melancolía sea completo, ya que solo puede ofrecer una primera orientación. Sin embargo, proporciona dos puntos de apoyo: una impresión psicoanalítica y una experiencia económica general. La impresión psicoanalítica sugiere que la manía y la melancolía comparten un mismo complejo, y la diferencia entre ellas radica en cómo el yo lidia con este complejo. En la melancolía, el yo sucumbe al complejo, mientras que en la manía, el yo lo domina o lo aparta.
La experiencia económica general que respalda esta idea se basa en la observación de que tanto en la manía como en situaciones de alegría, júbilo o triunfo, se produce una liberación de energía psíquica que estaba siendo mantenida o retenida. Esto resulta en un estado de ánimo elevado y una mayor capacidad para llevar a cabo acciones, en contraste con la depresión y la inhibición típicas de la melancolía. Freud sugiere que la manía es, en esencia, un triunfo similar, pero con la diferencia de que el objeto sobre el cual se triunfa queda oculto para el yo. Esto implica que en la manía, el yo ha superado la pérdida del objeto o el duelo, y toda la contrainvestidura que había sido atraída por el sufrimiento de la melancolía ahora está disponible para nuevas inversiones de objeto.
Sin embargo, Freud plantea nuevas preguntas y desafíos en su comprensión de la melancolía. Se pregunta por qué el duelo normal, que también vence la pérdida del objeto, no conduce automáticamente a una fase de triunfo. Sugiere que la liberación de la libido en el duelo ocurre gradualmente a medida que el yo se desvincula de las representaciones del objeto perdido. Además, Freud cuestiona la relación entre el trabajo melancólico y el duelo normal, así como la ubicación de estos procesos en los sistemas psíquicos internos. Señala que en la melancolía, las batallas parciales por el objeto y el conflicto de ambivalencia se juegan en el reino de las huellas mnémicas de la cosa, lo que impide que estos procesos alcancen la conciencia de manera normal.
Se argumenta que lo que la conciencia experimenta en el trabajo melancólico no es la parte esencial del mismo ni tiene una influencia significativa en la resolución de la enfermedad. En lugar de eso, sugiere que la pieza inconsciente del trabajo es la que desempeña un papel crucial. Compara el trabajo de la melancolía con el duelo y señala que, al igual que en el duelo, cada batalla parcial de ambivalencia en la melancolía lleva al yo a desvalorizar al objeto, aflojando así la fijación de la libido a ese objeto. Esto permite que el conflicto termine dentro del yo después de que la furia se desahogue o después de que el objeto se resigna por carecer de valor. Esta terminación del conflicto no está clara en términos de cómo afecta la trayectoria ulterior del caso.
Freud plantea la posibilidad de que el yo pueda disfrutar de una satisfacción al reconocerse a sí mismo como superior al objeto una vez que se ha completado este proceso. Sin embargo, a pesar de esta concepción del trabajo melancólico, Freud admite que aún no han encontrado una explicación completa para la transición de la melancolía a la manía. Habían esperado que la ambivalencia presente en la melancolía pudiera proporcionar la condición económica necesaria para la manía, pero señala que, en casos de reproches obsesivos después de eventos de muerte, donde también hay ambivalencia, no se produce un triunfo maníaco después de la resolución del conflicto. Esto los lleva a considerar el tercer factor, la regresión de la libido al narcisismo, como el más relevante en la transición de la melancolía a la manía.
Finalmente, Freud concluye que la comprensión de la naturaleza económica del dolor, tanto físico como emocional, es esencial para entender completamente la relación entre la melancolía y la manía. Reconoce que las cuestiones relacionadas con el alma son intrincadas y que a menudo deben interrumpirse y posponerse hasta que los resultados de investigaciones posteriores puedan arrojar luz sobre los problemas en curso.
En esta lectura, hemos explorado un fragmento del trabajo de Sigmund Freud, donde aborda el tema de la melancolía y su relación con la manía desde una perspectiva psicoanalítica profunda. Freud nos lleva a través de una serie de reflexiones y análisis, destacando la importancia de la ambivalencia, la regresión de la libido al yo y la naturaleza del conflicto en el interior del individuo melancólico. Uno de los aspectos clave que Freud resalta es que la melancolía involucra una lucha interna en la que el yo se menosprecia y se enfurece contra sí mismo, lo que resulta en un dolor psíquico intenso. Esta lucha se produce debido a una ambivalencia fundamental en la relación con el objeto, donde el amor y el odio coexisten de manera conflictiva.
Además, Freud especula sobre cómo la melancolía puede transformarse en manía, sugiriendo que la liberación de la libido al final del proceso melancólico puede llevar a un estado maníaco en el que el individuo se siente exultante y desinhibido. Sin embargo, señala que este proceso aún no está claro y que se necesita una comprensión más profunda de la economía de los afectos en el trabajo melancólico para entender completamente esta transición.
En resumen, Freud nos invita a adentrarnos en las profundidades de la psicología humana y a considerar cómo las emociones, los conflictos internos y los procesos inconscientes pueden influir en la experiencia de la melancolía y la manía. A pesar de las incertidumbres y las preguntas sin respuesta que plantea, su enfoque psicoanalítico sigue siendo una fuente de inspiración y reflexión para los estudiosos de la mente humana. Freud nos recuerda que el abordaje de los trastornos mentales es un desafío constante y que la psicología sigue siendo un campo en evolución que busca comprender y aliviar el sufrimiento humano.