¿Los mommy/daddy issues son reales? Las teorías del apego.
¿tus padres te mostraron afecto de pequeño o les mostrabas tu dibujo que hiciste en el colegio y a escondidas lo tiraban a la basura? Hablemos sobre los efectos de las relaciones con nuestros padres.
La teoría del apego es una teoría psicológica que te enseñan el “Porqué mis papis no me quieren 101”… bueno, realmente no, pero sí te enseñan sobre los estudios del apego, explorando el efecto que la formación, la ruptura, la renovación, las vicisitudes y los trastornos de las relaciones o vínculos tienen en el desarrollo y funcionamiento de la personalidad a lo largo de la vida y, especialmente, en la infancia y adolescencia.
Uno como estudiante, o lector entusiasta, al leer estas teorías trata de correlacionar su propia relación con sus padres e identifica a qué apego pertenece. No considero que una comparación empírica sea del todo fidedigna y tendemos a relacionarnos con distintos elementos de cada una -“ay, ese sí soy y este también”-, pero sí puede desbloquear recuerdos que quizás no sean del todo agradables sobre nuestra relación personal con nuestros cuidadores principales y el efecto emocional (hasta físico) que puede prevalecer entre nosotros.
La Teoría del Apego debe su existencia al psicoanalista John Bowlby (1907- 1990). Al finalizar la II Guerra Mundial, la OMS empieza un estudio sobre las necesidades del niño sin familia y Bowlby es asignado a investigar sobre los aspectos de salud mental en este, sus primeros acercamientos fueron en el contacto con el efecto de la deprivación materna. En “Cuidados maternos y salud mental” (1951), expone los efectos desfavorables de la deprivación de la figura materna y explica los medios para prevenir esta.
“Lo que por motivos de conveniencia se denominó teoría del apego es una forma de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con determinadas personas y un intento de explicar la amplia variedad de formas de dolor emocional y trastornos de la personalidad tales como la ansiedad, la ira, la depresión y el alejamiento emocional, que se producen como consecuencia de una separación indeseada y de la pérdida afectiva”- John Bowlby (1977).
Llegó a la conclusión de que la tendencia del niño a formar un vínculo fundamental con una figura materna forma parte de una herencia arcaica que desea la supervivencia de la especie, independiente de otras necesidades. Bowlby conecta las teorías de Konrad Lorenz, que en sus experimentos con patos, descubre que los patos recién nacidos exhiben respuestas espontáneas de seguir a la figura de referencia, “la mamá”, así como la existencia de relaciones duraderas que se establecen entre los pequeños y sus padres. Lorenz apunta que los patitos se vinculan sin que la alimentación influya en la construcción del vínculo, y detecta señales de angustia al separarse aunque la figura de apego no les suministre alimento.
Podemos tomar de referencia el caso de los patos al seguir a cualquier referencia de figura materna, pero ¿Cuál es la motivación del ser humano por buscar enlaces afectivos?
Los sistemas conductuales o motivacionales se comprenden como el conjunto de respuestas o de conductas que tienen el objetivo de promover la satisfacción y regulación de las necesidades básicas, teniendo una prevalencia genética y modelados por el ambiente, favorecen la supervivencia de la persona y la especie humana a grandes masas. Dentro de estos sistemas se encuentra; el sistema de apego, la búsqueda de protección por personas específicas, el sistema de afiliación (a grupos), el sistema de alimentación, el sistema sexual, y el sistema exploratorio.
El apego se refiere al vínculo afectivo con una tendencia estable a buscar la proximidad, el contacto, etc. Subyace a las conductas manifestadas en relación con otros sistemas de conducta y circunstancias ambientales. Los vínculos que genera el apego se establecen en base a tres elementos:
Conductas de apego: es el resultado de las comunicaciones de demanda de cuidados. El bebé no es un ser pasivo ya que realiza gritos, sonrisas, agitación motriz, seguimiento visual y auditivo, entre otros. Permite y busca que la madre o cuidador principal se acerque y permanezca con él.
Sentimientos de apego: es la experiencia afectiva que implica sentimientos tanto a uno mismo como a la figura de apego, tiene expectativas sobre cómo el otro se relacionará con nosotros. Una buena relación de apego transmite sentimientos de afirmación y seguridad.
Representación mental: es la representación interna que hace el niño de la relación de apego tales como los recuerdos de la relación, que hacen referencia a los “modelos operativos internos”. Son la construcción de un conjunto de representaciones interactivas que tienen cierto grado de estabilidad. Demuestra representaciones dinámicas que cambian para adaptarse a los diferentes periodos de la vida.
En un niño, la presencia de la figura de apego aporta una seguridad (base segura) que favorece a la exploración. Ante la separación, el niño experimenta ansiedad, manifestada por una activación de los esfuerzos para atraer a la figura de apego, seguidos de sentimientos de protesta, desolación y abandono frente a su pérdida.
Existen distintas fases en donde se produce el apego: de 0 – 6 meses se produce la construcción y reconocimiento de la figura de apego, de 6 meses – 3 años comienza la experimentación y regulación del apego mediante la búsqueda ante amenaza, es posible el alejamiento y la exploración en momentos o fases “tranquilas”. Al final del 1º año, se produce la internalización de la relación de apego y esto produce la estabilidad, no sólo en el niño, también dentro de la familia. De 3 años en adelante, se presenta la activación del apego, en donde la figura de apego es percibida como “separada”, lo cual genera comportamientos complejos activadores del apego para evitar la separación, un mecanismo sutil y cualitativamente distinto al enfado. En la adolescencia, se presenta el desapego, duelo y un reapego. Se produce una turbulencia generada por la complejidad de su desapego en las figuras parentales, el adolescente tiene que aprender a tolerar el duelo de esta pérdida. De este modo, se produce el reapego a nuevas figuras, tanto de adultos como de pares. En la vida adulta, se presenta el apego entre pares, en la pareja se produce la manifestación del apego entre iguales, que no predomina tanto como en la infancia y esta puede incluir relaciones sexuales.
Ya tanto apego y reapego, pero ni entiendo cómo identificarlo, ¿o quizás sí?. ¿Cuáles son estos tipos de apego?
Ainsworth y Bell (1970) evaluaron la calidad del apego durante los dos primeros años de vida mediante el experimento que denominaron “situación extraña”: observaron el modo en que el niño organiza su conducta en relación con su madre durante una serie de episodios estresantes ensayados y de corta duración. Estos episodios incluían una situación desconocida, el encuentro con una persona desconocida y, finalmente, la separación de su madre por un corto tiempo. Luego de analizar los resultados, establecieron una distinción fundamental entre el apego seguro e inseguro a través de la capacidad del niño para utilizar la figura de apego como base para explorar su entorno, desde su forma de reaccionar ante el retorno de la madre. Los tipos de apego que describieron son: el apego seguro (Tipo B), el apego Inseguro o ansioso ambivalente (Tipo C), huidizo evitativo (Tipo A) o Inseguro desorganizado (Tipo D) (Main & Salomón, 1986)
El apego seguro (B):
La persona tiene confianza en la disponibilidad, comprensión y ayuda que la figura parental le dará en situaciones adversas. Se siente animado a explorar el mundo. Esto se lo proporciona una figura parental (generalmente la madre) que sea fácilmente disponible, atenta a las señales del niño y preparada a responder. Manifiesta una búsqueda activa de contacto con la madre y ofrece respuestas adecuadas ante ella. Expresa una amplia gama de sentimientos positivos y negativos. Este tipo de apego evoca sentimientos de pertenencia, de aceptación de sí mismo y de confianza de base.
Diferentes estudios realizados a través del “Cuestionario de apego para adultos” se comenta que el caso de los padres-madres de niños con apego seguro son aquellos que se muestran disponibles, ofreciendo contacto al niño cuando llora, respondiendo de manera sincrónica al estado emocional, capaces de visualizar las necesidades del niño en sí mismas, y no como necesidades propias o ataques a su integridad.
El apego inseguro huidizo-evitativo (A):
El niño tiende a ignorar o esquivar a su madre (por ejemplo, evitando la mirada). A su vez, la evitación del hijo puede amplificar la conducta parental que ha generado esta percepción en el hijo. Muestra mayor ansiedad o al menos igual comportamiento ante padres que ante figuras extrañas. Manifiestan una impresión general de indiferentes o fríos hacia el adulto. Parece intentar vivir una propia vida emocional sin el apoyo ni el amor de los otros, con una tendencia a la autosuficiencia y una ausencia casi total de expresiones de miedo, malestar o rabia.
Esto sucede porque los Padres-Madres se relacionan con el niño con una mezcla de angustia, rechazo, repulsión y hostilidad. Esto se expresa en actitudes controladoras, intrusivas y sobre estimulantes. La madre o cuidador principal reacciona sintiéndose amenazada por los lloros o necesidades insatisfechas del bebé, no controla la situación para actuar en consecuencia. Ante ello, niegan las necesidades del bebé, toman distancia con el estado emocional del pequeño, forzándolo a modificar su estado emocional o distorsionando los sentimientos en otros más tolerables, dando su propia lectura. No confía ni se siente seguro con estas figuras “cuidadoras” que no han hecho nada más que decepcionarlo, sólo sabe que puede contar con UNA persona en el mundo, en el mismo. Piensa sobrevivir solo y no necesita a nadie más que le cause más dolor, tristeza y decepción en el camino.
El apego inseguro ansioso-ambivalente (C):
El individuo no tiene la certeza de que la figura parental está disponible o preparada para responder. La presencia de la madre no le calma después de una ausencia corta. Manifiesta ambivalencia: puede reaccionar hacia su madre con cólera, rechazando el contacto o la interacción, y enseguida buscar ansiosamente el contacto. Se da una oscilación entre búsqueda y rechazo de la madre, propenso a la angustia de separación. Por ello, tienden a aferrarse a la madre. La exploración del mundo les genera ansiedad, que genera a su vez una ausencia de conductas exploratorias. Esta modalidad de apego se crea en torno a una figura parental que unas veces está disponible y otras no.
También potencian las separaciones y las amenazas de abandono como medio de control. Se dan de forma prolongada y exagerada manifestaciones de rabia, miedo y malestar. El elemento que más llama la atención de los padres-madres de niños con tipos de apego ansioso ambivalente es la falta de “sincronía emocional” con el bebé. Puede haber periodos de ausencia física de la madre, pero se produce una ausencia de su disponibilidad psicológica, que convierte los cuidados en incoherentes, inconsistentes e impredecibles. En resumen, no responden a los niños, pero no les rechazan. El niño se siente confundido, ¿cómo podrá confiar con la exploración de otras relaciones afectivas y su relación con el ambiente si no puede confiar en sus cuidadores principales? ¿lo tratarán igual?.
El apego inseguro desorganizado-indiscriminado (D):
En el contexto de un modelo relacional de carácter caótico, cambiante e indiscriminado (se apegan, se desapegan para apegarse a otro, pero siempre de manera superficial), se produce un modelo de vinculación “utilitario” ante rupturas previas, para protegerse de la frustración y vulnerabilidad. Se produce por tanto una relación desorganizada y cambiante con adultos, mediante comportamientos aparentemente “casuales”, confusos y desorganizados. Hay una desorganización entre la búsqueda y la evitación. Esto se puede dar por las prácticas parentales altamente incompetentes y patológicas, como consecuencia de haber sufrido experiencias muy traumáticas y/o pérdidas múltiples no elaboradas en la propia infancia. Nos encontramos con padres-madres con incompetencias parentales severas y crónicas, con frecuencia irrecuperables como las patologías psiquiátricas crónicas, alcoholismo y toxicomanías. Es frecuente el estilo parental violento, desconcertante, impredecible. Se produce una paradoja vital en el menor: si el niño se acerca buscando apego, provoca ansiedad en el progenitor; si se aleja, éste se siente provocado, y canalizará su ansiedad mediante comportamientos hostiles y de rechazo, el niño trata de no pisar minas mientras camina en el campo de batalla hacia la búsqueda del afecto.
Hoy en día, se utilizan instrumentos específicos de investigación y evaluación, así como de observación clínica, como el ejemplo previamente nombrado de la “Situación Extraña” de M. Ainsworth para evaluar el apego infantil, la Entrevista de Apego para Adultos (AAI, sus siglas en inglés) de M. Main, y su versión para familias de R. De Bernart, que permiten un análisis retrospectivo del apego en el adulto.
La teoría del apego nos ayuda a comprender qué pasa en nuestras emociones al desenvolvernos con nuestras figuras de cuidado y cómo moldea nuestras visiones del mundo y de los demás. Es un estudio interesante y revolucionario en la psicología que nos ha permitido comprender las complejas relaciones parentales y su afecto en nosotros, estudio que ante su ignorancia podemos escuchar comentarios, los mismos que se hacían antes de estas investigaciones, como “es un niño, ya se le va a pasar” o “pégale más duro hasta que aprenda”, cuando en realidad puede estar pasando algo más complejo que ello y se podría atravesar las diferentes necesidades del niño de una manera diferente y positivamente efectiva.
A pesar de ello, considero que nuestras relaciones parentales no definen nuestro destino hacia la adultez, sus efectos en la infancia y adolescencia sí pueden ser nocivos y traumáticos, aunque nuestro desenvolvimiento con el entorno, los estudios académicos y las relaciones sociales puede cambiar. Aprendemos a socializar, a querer a otras personas, a tomar decisiones conscientes, a aprender de nuestros errores y de las consecuencias mientras más vamos experimentando y adecuándonos al mundo.
No digo que con un poquito de optimismo y destellos positivos todo se vaya a solucionar, pero no estamos condenados a rehacer los mismos errores, como la frase que les encanta y no se cansan de decir los psicoterapeutas: “Todo es un proceso”, así que date tiempo, date tiempo para ti para asumir eventos pasados, indagar el porqué de estas conductas y perdonar a tus cuidadores, quizás en ese momento era la única manera que sabían hacer las cosas ya que así crecieron, pero no estas condenado a nunca ser querido o ser abandonado y tienes libertad de decisión, ahora en la “adultez”, de transformar tus propias relaciones y las de tu futura generación también.
Referencias:
Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). “Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia”.
Bowlby, J. (1998). “El apego”. Tomo 1 de la trilogía “El apego y la pérdida”.
Gago, J. (2014). Teoría del apego. El vínculo Josu Gago. Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar.